To distinguish the act of balancing from the act of sacrificing is nearly impossible. In the context of relationships, we are conditioned to believe that sacrifice is the ultimate romantic gesture. That laying off certain dreams and ideals outside the bounds of couple-ship is the only way we can possibly expect to be understood by society. I learned at a young age that love is ultimately the loss of something else. It is the coin tossed into the fountain for the hope of something better. Yet, when we make these sacrifices, we are directed to a new and tantalizing truth: the truth of balance. When we surrender one path for another, we expect it to be balanced by the happiness we thought we had dealt it for. But this is a lie. Balance is almost never achieved in the realms of romance. We achieve only chaos and conformity and for the few and lucky, a quiet harmony.
It is for this reason that so many of us often jump into less than fulfilling relationships. We expect any and all sacrifices, no matter how grand or grim, to be the ticket to our destiny. We give and give only to be surprised that what we sacrificed for, does not exist. But in this experience, we learn that love is not about the self nor is it about the fulfillment of balance. For loving for love is not a condition in which there are two victors. Knowing this, we must remain at peace with the possibility of fruitless tributes made in pursuing unknown promises, while still remembering to savor in the enchantment of winsome anarchy.
In our quest for the reality of dreams we hold to ourselves the security in both the cynicism to save ourselves, and the desire to seek what cannot be immediately seen.
Español
Distinguir el acto de equilibrar con el acto de sacrificar es una tarea casi imposible. En el contexto de las relaciones, estamos condicionados a creer que el sacrificio es el mayor de los gestos románticos. Que dejar de lado ciertos sueños e ideales fuera de los límites de la relación de pareja es la única forma en que podemos esperar ser comprendidos por la sociedad. Aprendí de pequeña que el amor es, en realidad, la pérdida de algo más. Es la moneda lanzada a la fuente en espera de algo mejor. Sin embargo, cuando realizamos estos sacrificios, nos encontramos con una nueva y tentadora verdad: la verdad del equilibrio. Cuando renunciamos a un camino por otro, contamos con que se equilibre con la felicidad que creíamos haber negociado. Pero esto es una mentira. El equilibrio casi nunca se logra en los reinos del romance. Solo se logra el caos y el conformismo y, para los pocos y afortunados, una tranquila armonía.
Es por esta razón que muchos de nosotros nos lanzamos a relaciones poco satisfactorias. Esperamos que todos y cada uno de los sacrificios, por más grandes o sombríos que resulten, sean el boleto a nuestro destino. Damos y damos solo para sorprendernos porque aquello por lo que nos sacrificamos, no existe. Pero en esta experiencia, aprendemos que el amor no tiene que ver con el yo, ni con el cumplimiento del equilibrio. Porque amar por amor no es una condición en la que haya dos vencedores. Sabiendo esto, debemos permanecer en paz con la posibilidad de tributos infructuosos hechos en la búsqueda de promesas descabelladas, mientras seguimos recordando que hay que saborear el encanto de la anarquía encantadora.
En nuestra búsqueda de la realización de los sueños tenemos la seguridad tanto en el cinismo de salvarnos, como en el deseo de buscar lo que no se ve inmediatamente.
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